- Siempre me has dado demasiado que pensar, Mariana, eso es algo que me gusta de ti, algo que me mantiene atado y que no me deja huir. No eres como las demás, simplemente, el sabor a tabaco de tus labios es incomparable, el perfume de tu cuerpo por las mañanas, el despertar una tarde de domingo con la lluvia amainando nuestras ganas, la seguridad con la que me miras y hablas, la manera en que duermes, tan especial que nadie podría dejar de sorprenderse la primera vez, la forma en que te sientas, enciendes un cigarro y simplemente miras a la nada; cada vez que me dices “cierra los ojos” para poder sentir un poco más, para ampliar mis sentidos, es que simplemente no puedo, trato de estar más susceptible a todo tipo de estímulos para poder recordarte en cada detalle y poder nombrártelos uno a uno, como se siente tu piel, suave, tus labios que dibujan una mueca de felicidad en mi rostro, de repente un beso y el error más grande de todos, el abrazo, eso que hace que la visión de las cosas cambien, un simple abrazo, como diciendo “quédate cerca, quédate cerca hoy”, aún así quedo desarmado ante él, solo te abrazo y asiento. Tenerte así, como yo he tenido la oportunidad es simplemente inspiración, inspiración pura para que algún gran escritor te plasme y te deje inmortal en un par de líneas, y puedas leerle y saberte musa inspiradora, cosa que dejaría tu pequeño ego flotando por sobre las nubes, yendo de la mano con estrellas distantes. Tan demente suelen ser tus versos, con ese sabor a tabaco, ese sabor a tabaco……
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